Latinoamérica, Manuel Jaén, 1982
Oleo sobre tela,
112 x 59″; 283 x 150 cm.

En la ocasión de mi primera personal en Panamá el pasado 13 de diciembre en Casa Góngora. Mi madre Rosario me urgió que presentara un lienzo que ella conservaba de hace años. Era de la época cuando cursaba mi segundo año de academia en Italia. Un momento muy particular cuando obtuve por primera vez un estudio por 6 meses donde inicie a desarrollar mis primeros lienzo de gran escala.

Así después de muchos años Latinoamérica fue presentado por primera vez al publico que asistió a mi expo en el Casa Góngora. Al escribir esta líneas soy consiente de cómo el a veces el paso del tiempo atesora las cosas convirtiéndolas en recuerdos, pero en el caso de la pintura ella permanece intacta sobre lienzo esperando el momento que el artista decida hacerla presente.

Esta obra la plasmé en Milano, Italia, en 1982, cuando existían momentos críticos en mi país, Panamá. Toda la región de Centro y Suramérica, sufría producto de sus guerras civiles y dictaduras. Sintiéndome lejos y parte de todo esto a la vez, me inspiro en esta temática y realizo esta pintura que trata de enfocar todo lo político y social de nuestra Latinoamérica. Además de ser parte de la influencias que conformaron mi concepción artística, como lo fue el expresionismo y la transvanguardia.  Quise expresar en él, toda la angustia que sentía por la situación de nuestros pueblos, sometidos al poder de la milicia y la mala burguesía, siempre en medio de injusticias que emergen y están presentes inclusive hoy 32 años después.

El rapto de inocentes, la explotación, la superstición y la indiferencia de las personas que mas allá de su etnia, siguen estando al centro de nuestra evolución cultural. Quizás un día logre encontrar un hogar a esta pintura para que sirva como testimonio de algo que se debe recordar y superar. La figuración intencionalmente cruda y la representación tiene su particularidad por ser de referencia a algo presente en todos los latinoamericanos.

Dos figuras principales que se contraponen en la composición, en la parte izquierda la burguesía, arrastrada sobre un carreta, en estado de total abandono y desfachatez, producto de la inercia cultural. A ella se le contrapone la de un militar que mantiene un sable caído y sus botas están escondiendo un cráneo bajo la silla. Es evidente cómo este observa otras figuras que diagonalmente emergen en la composición, representando la muerte que busca llevarse a niño, mientras su madre yace desvanecida sobre el piso. Esto simboliza el robo de nuestra futuras generaciones.

Sobre el fondo de todo se alteran las otras figuras representativas, como la familia, el caballo, galopante misterioso, testigo mudo de todas las atrocidades de nuestra conquista, y por último, casi la antropofagia protagonizada por la muerte. La característica principal de esta obra es la narración de una contundente verdad en forma explicita y dejar que el drama emerja con toda su fuerza.